PROYECTO PRONAF
El sobrepeso y la obesidad, en España y en el resto del mundo, se comienza a considerar como una epidemia, tal y como lo manifiesta la Organización Mundial de la Salud (OMS) que “…considera la obesidad como la gran epidemia del siglo XXI” [2]. La trascendencia del sobrepeso es tan importante que existen programas europeos de promoción, modificación y prescripción de estilos de vida saludables, que han incorporado a un amplio número de sectores comerciales, como por ejemplo la estrategia NAOS en España [3]. En el terreno científico se está desarrollando una enorme labor, existiendo proyectos europeos como el HELENA (www.helenastudy.com) o el IDEFICS, que han abordado la problemática sobre todo en niños y adolescentes.
El aumento de las tasas de obesidad en todos los grupos de población en los últimos 20 años en todo el mundo es un hecho contrastado y avalado por gran cantidad de datos publicados en la literatura científica. El aumento de la inquietud científica sobre los aspectos relacionados con el sobrepeso ha experimentado un crecimiento exponencial en las últimas décadas. La figura 1, muestra sólo los artículos relacionados con la obesidad como patología en las últimas décadas, si bien es cierto que este efecto no es solamente debido al aumento del estudio de la obesidad si no también al aumento del número de publicaciones e investigación en general.
Sin embargo, las cifras que manejamos en la actualidad son alarmantes. En EEUU, aproximadamente 127 millones de adultos presentan sobrepeso, 60 millones son obesos y 9 millones tienen obesidad mórbida, lo que supone un 64,5%,
30,5% y 4,7% de la población mayor de 20 años, respectivamente [4]. En España, con un 14,5% de obesos adultos y 38,5 % con sobrepeso [5], estamos algo por debajo de esas cifras.
Los tratamientos propuestos para disminuir los efectos de esta patología se encuentran divididos en quirúrgicos, farmacológicos y no farmacológicos. La actividad física como tratamiento de la obesidad es largamente conocida en la literatura científica [6-11]; sin embargo, existe divergencia sobre qué protocolos son más eficaces en la disminución de peso [12, 13] y grasa corporal.
Las intervenciones más populares en relación con la nutrición son, el ayuno, la restricción calórica controlada, que a su vez puede ser clasificada como semi-inanición o semi-ayuno y las dietas hipocalóricas, no existiendo estudios previos que hayan comparado la intervención de entrenamiento con cargas y los diferentes procedimientos nutricionales.
Es evidente que la forma de invertir el balance energético es aumentando el gasto con respecto a la ingesta calórica. Pero las investigaciones realizadas en los últimos años indican que esto no es tan sencillo y debe ir mucho más allá, ya
que no sólo influye el gasto calórico per se, si no el tipo de ejercicio y la respuesta metabólica que conlleva [8, 14-16].
La estimación del gasto energético junto con el aporte de energía a través de la ingesta de nutrientes representan las variables fundamentales del equilibrio energético determinantes para establecer pautas adecuadas de pérdida de peso en estos pacientes y controlar su seguimiento [17, 18]. La pérdida de peso debe ir asociada a la pérdida de grasa corporal, algunos autores sugieren “…aumentar el empleo de los ácidos grasos como combustible, utilizando ejercicios con intervalos de descanso muy breves…” [19]. El tipo de ejercicio que tradicionalmente se ha utilizado para combatir el sobrepeso ha sido el ejercicio aeróbico; es decir, ejercicios submáximos de larga duración. El hecho de que sean submáximos se sustenta en que los ejercicios de alta intensidad o máximos producen justamente el efecto contrario al buscado, debido a la restricción del flujo en el tejido adiposo, además de que la concentración de lactato ha sido expuesta como un posible factor limitante de la tasa de aparición de los ácidos grasos libres en la circulación, además de otros factores limitantes de la utilización los mismos por la célula muscular, como los mitocondriales [19]. Por otro lado, el entrenamiento con cargas ha sido comparado en bastantes ocasiones con el cardiovascular, demostrando que los gastos energéticos durante la actividad deportiva son notablemente inferiores [13, 20-22]. Sin embargo, el aumento del gasto energético el resto del día (ritmo metabólico basal y consumo de oxígeno postejercicio) son efectos exclusivos del entrenamiento con cargas.
Referencias
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